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PANORÁMICA DE LA CIUDAD
Esta ciudad, con una rica historia y vida cultural, será el escenario donde Enrique de Ossó se formará y desarrollará gran parte de su actividad apostólica durante cuarenta años. Aquí, se da cuenta de las necesidades y problemas a resolver y diseña y pone en marcha sus obras.
Con más de 2000 años de historia, Tortosa vivió primero bajo la influencia de los romanos, y después, de los musulmanes. En 1148, el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV conquista la urbe que pasará a formar parte de la Corona de Aragón. La expulsión de los judíos en 1492 y, posteriormente, la de los moriscos (S.XVII), perjudicaron considerablemente la vida económica de Tortosa.
Casa de Enrique
En esta vivienda de la calle del Vall, nº 40, Enrique vivió durante algunos años, desde que su padre aceptó, en 1854, que el joven estudiara en el seminario de Tortosa. Se hizo cargo de él, Mosén José Ramón Alabart, teniéndolo en su casa como pupilo. En esta casa, tuvo la inspiración que iba a cambiar su vida: fundar la Compañía de Santa Teresa de Jesús.
Fue el 2 de abril de 1876 cuando Enrique se despertó de madrugada pensando en un grupo de mujeres maestras y se preguntó: “¿Dios lo quiere? ¿Jesús lo quiere? ¿Santa Teresa lo quiere? ¿Adelante? Parece que sí. Es inspiración o idea de hoy.”
Y escribió Enrique el Plan o Idea de la Compañía:
“FIN: Regeneración del mundo por la educación de la mujer según el espíritu de santa Teresa de Jesús. La cabeza buena, el corazón bueno. Todo bien” (Enrique de Ossó)
Reales Colegios
Enrique de Ossó estudió aquí entre 1854 y 1857, siendo un excelente alumno. En efecto, realizó los cuatro cursos programados en solo tres años y uno de sus profesores reconoció: “Ya no tengo nada más que enseñarle”. A nivel arquitectónico, los Reales Colegios se consideran la obra más importante del Renacimiento Civil en Catalunya.
“Estudié con ahínco y saqué buenas notas; era de los primeros en los cursos, muy amado de los Catedráticos. Dómine Sena –muy devoto de Santa Teresa de Jesús– empezó sin duda a despertar mi devoción a la Santa” (Enrique de Ossó: Apuntes de las misericordias del Señor)
Fundados en la época de Carlos I (siglo XVI) para la formación de teólogos dominicos, su fama fue tal que se decidió construir un colegio anexo para la educación de los nuevos cristianos. Hoy, los Reales Colegios están formados por tres edificaciones: el Colegio de San Jaime y San Matías, el Colegio de San Jorge y Santo Domingo, y la Iglesia de Santo Domingo, y son testimonio del esplendor cultural de la ciudad durante el Renacimiento.
Catedral de Santa María
Enrique tenía la costumbre de acercarse a ella todas las tardes, cuando salía del seminario, y rezar en la capilla del Santísimo. Dentro, pueden contemplar el retablo -inaugurado el año 2000- de los santos tortosinos en el que aparece también San Enrique de Ossó. Durante la guerra civil española (1936-39), se escondieron los restos de San Enrique en la Catedral para que estuvieran a salvo, desconociendo su ubicación. Posteriormente regresarían al Noviciado (actual Centro San Enrique de Ossó y Residencia de Hermanas mayores). A nivel arquitectónico, predomina el estilo gótico aunque existen también detalles barrocos posteriores, como las columnas de la fachada. En el emplazamiento de la Catedral se cree que hubo antes un templo romano, después una basílica visigótica e incluso una mezquita musulmana, antes de que se creara la primera iglesia románica que precedió a la actual edificación.
Iglesia de la Purísima
Situada en la calle Montcada, muy próxima a la calle Vall donde residía Enrique y del seminario donde estudiaba y luego dio clases, encontramos esta pequeña iglesia, capilla del monasterio de las Concepcionistas, a la que solía acudir el sacerdote catalán, para saludar al Señor al salir de su casa, cuando se dirigía a sus clases. El convento de la Purísima Concepción Victoria fue fundado en el siglo XVII por el obispo italiano Giovanni Battista Veschi. Vale la pena detenerse para contemplar el Cristo de la iglesia, que es muy venerado en la localidad. Cuenta la tradición que el propio obispo Veschi hizo traer la imagen desde Italia. Durante la guerra civil grupos anticlericales intentaron descolgar la imagen para quemarla, pero a pesar de que llegaron a arrancarle los clavos, no lo consiguieron. Por esta razón su culto y veneración es muy notable en Tortosa.
Iglesia de San Antonio
También en la calle Montcada, este lugar tiene una gran vinculación con la actividad apostólica de Enrique. Primero porque esta iglesia sería el punto neurálgico desde donde proyectaría sus ideas cuando el obispo Vilamitjana le encargara la coordinación de la catequesis de la ciudad en 1869. Y, en segundo lugar, porque fue precisamente aquí donde Enrique de Ossó hizo su famoso llamamiento a las jóvenes, el 12 de octubre de 1873, fundando la Archicofradía de las Hijas de María Inmaculada y Teresa de Jesús (hoy Movimiento Teresiano Apostólico- MTA) y, posteriormente, el Rebañito del Niño Jesús en 1876. Justo enfrente de la iglesia, se encontraba el antiguo seminario donde el sacerdote de Vinebre estudió primero, y fue después catedrático de física entre 1868 y 1878. Hoy la iglesia alberga las imágenes de las procesiones de la Semana Santa.
Estas son algunas de las palabras que Enrique dedicó a las jóvenes ese día:
“Vosotras sois quienes debéis decidir si la familia y el individuo, y por consiguiente la sociedad entera, han de ser o no de Jesucristo.
En todo tiempo Dios ha asociado la mujer a los grandes sucesos de la humanidad. Y Teresa de Jesús vivió de un modo admirable la misión de la mujer. Formar, pues, el corazón de la mujer, en el molde de Teresa, es a lo que aspira la proyectada asociación.
El objeto de mi Asociación es el mismo que nos propone la Iglesia: hacer lugar al Espíritu Santo, para que viva en vosotras Jesucristo….Avivar los gérmenes de vida y restauración… Ser soplo que avive las brasas ocultas bajo las cenizas, mano generosa, que acerque combustible…
¡Pasando por vuestras manos, hermanas, siendo vosotras el maravilloso conductor, es como el fuego divino se comunicará al mundo…! No se trata sino de que seáis cristianas de veras, y de facilitaros los medios de serlo….
¡Manos, pues, a la obra, que el tiempo urge, y apremian las circunstancias!”. (Enrique Ossó: Llamamiento a las jóvenes católicas de Tortosa)
Ermita de la Providencia Migcamí
Éste es uno de los lugares a los que mosén Enrique acudía con frecuencia con los niños de catequesis. A la ermita de la Providencia se le llama también del Migcamí (“medio camino”, en catalán) porque se encuentra entre Tortosa y la cruz de Coll de l’Alba. Cuenta la tradición que el domingo de Pasión de 1876 (1 de abril), Enrique estaba con los niños en la ermita, y se encontraba preocupado tanto por las carencias que éstos sufrían como por las chicas que había enviado a estudiar a Tarragona. Precisamente fue esa misma noche cuando tuvo la inspiración de fundar la Compañía. Dentro del edificio, un altar dedicado a San Enrique, patrón de los catequistas de España desde 1998, recuerda hoy la vinculación que él tuvo con el lugar.
Convento de las Carmelitas
Enrique de Ossó quiso que las Carmelitas Descalzas tuvieran un convento en Tortosa, para que el teresianismo se asentara sobre los pilares de la oración y la educación. El edificio se construiría sobre un terreno, cedido por la señora Magdalena de Grau a Enrique de Ossó y a tres de sus amigos sacerdotes: Jacinto Peñarroya, Mateo Auxachs y José Sánchez. Fue inaugurado el día de la Virgen del Pilar, el 12 de octubre de 1877. Como la construcción no ocupaba todo el terreno, Enrique edificó después, junto al convento, un colegio y el noviciado de la Compañía, lo que supuso un largo pleito con las monjas Carmelitas, sus propios amigos y con Magdalena de Grau, hasta el momento en que finalmente, tras la muerte de Enrique, el colegio y el noviciado serían demolidos por orden judicial.
“Dolíame de que en nuestra Diócesis no hubiera ningún convento de Monjas Carmelitas, y quería hacer uno, y no sabía cómo, y le pedía mucho al Señor y a la Santa. Y después se hizo, como veremos”. (Enrique de Ossó: Apuntes de las misericordias del Señor)
En el siglo XVI, fue precisamente Santa Teresa de Jesús quien reformó la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, fundando el primer convento de Carmelitas Descalzas, quienes -como monjas de clausura- se dedican prioritariamente a la vida contemplativa. Tres siglos más tarde, a finales del siglo XIX y tras la apertura que supone el Concilio Vaticano I (1869-70), surge otro tipo de vida consagrada, que prescinde de la clausura papal y que une la oración con la atención a aspectos esenciales de la vida como la sanidad, la educación, etc., como medio de evangelizar la sociedad. En esta línea aperturista se encontraba Enrique quien entendía que la educación debía ser la piedra angular para “regenerar la sociedad” y las hermanas teresianas las protagonistas de este ambicioso proyecto.
Casa Noviciado
Inaugurado en 1901 tras el derribo del antiguo noviciado. Allí se formaron las novicias durante muchos años. En la actualidad, el edificio alberga una residencia de hermanas mayores, y una casa de espiritualidad para el retiro y la oración. Al lado de la casa se encuentra la masía en la que Enrique pasaba temporadas escribiendo y viendo desde la ventana el convento de las Carmelitas y el colegio-noviciado de las teresianas. Hoy es un museo con objetos personales y una explicación de la vida del fundador.
Arqueta
Cuando el santo murió en Gilet el 27 de enero de 1896, fue enterrado en el cementerio del convento franciscano. Más adelante, el 12 de julio de 1908 sus restos fueron trasladados al noviciado de Tortosa (actual Centro Enrique de Ossó) y se ubicaron en la capilla, delante del presbiterio. Allí, en el suelo, colocaron la lápida. El 7 de septiembre de 1966 sus restos pasaron del suelo a esta arqueta.
La madre Antonia Barrera sufría tuberculosis y estaba en una situación crítica. Pedía que la bajaran hasta la tumba de Enrique, con la convicción de que allí se curaría. El día en el que, finalmente, la bajaron en brazos hasta la capilla y la acostaron encima de la lápida, su enfermedad desapareció instantáneamente. Esto constituyó el milagro necesario para la beatificación de Enrique.
Tumba
Tumba del padre fundador ubicada en el panteón que se encuentra en la capilla del Centro Enrique de Ossó, antiguamente noviciado de la Compañía de Santa Teresa de Jesús en Tortosa. Encima, observamos la estatua del santo. Detrás de la tumba, se sitúa la arqueta.
“¡Oh Jesús mío y todas mis cosas! O amarte o morir, o mejor vivir y morir amándote… ¡No vaya yo de este mundo, Jesús mío, sin haberte amado y hecho conocer y amar cuanto me es posible! ¡Aumenta mi amor, Jesús mío!” (Enrique de Ossó: Revista Teresiana, enero de 1896).
Primer colegio en Tortosa
En la antigua vivienda del conde de Bañuelos, las teresianas abrieron el primer colegio de la Compañía en Tortosa. Se inauguró el 13 de septiembre de 1895 y en el balcón todavía podemos observar el anagrama de la Virgen, en forja, que sirve para identificar el edificio y nos recuerda el paso de las hermanas teresianas.
Colegio Teresiano
Se inauguró en 1929, inicialmente sólo para niñas. Enrique ya había expresado su deseo de tener un colegio en Tortosa mucho antes, como se desprende de una carta que le escribió a la hermana Saturnina el 19 de abril de 1884. Durante la guerra civil se utilizó como hospital y posteriormente también como facultad de magisterio. Es obra del arquitecto Agustí Bartlett Zaldívar y, aunque ha sufrido remodelaciones, mantiene su estructura inicial neoclásica con detalles modernistas. En el centro, destaca una estatua de Santa Teresa. Hoy es una escuela mixta de la Fundación Escuela Teresiana, con las etapas educativas de cero a dieciséis años.
Símbolo ruta teresiana de la ciudad
En el año 2015, con motivo del V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, se diseña una ruta de Enrique de Ossó en la ciudad de Tortosa, que podrás identificar con este símbolo si paseas por sus calles. La ruta se llama “ruta teresiana” ya que Enrique de Ossó ha sido reconocido a nivel eclesial como el “apóstol teresiano del siglo XIX”