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Vista panorámica
Esta montaña, tan emblemática en Cataluña por su singularidad y su importancia religiosa, fue también clave en la vida de Enrique. En este monasterio encontraba la paz que anhelaba su alma y la “Moreneta” (Virgen de Montserrat) se convirtió en su “Madre celestial”. A esta basílica acudía todos los años y, especialmente, en los momentos vitales de mayor importancia. Aquí, por ejemplo, celebraría su primera misa en 1867, participó en las fiestas del milenario (1880), consagró la Compañía a la Virgen de Monserrat, conmemoró el tercer centenario de la muerte de Santa Teresa o despidió a las hermanas que partieron a evangelizar a otros continentes.
Su primer viaje
Pocos días después de fallecer su madre en septiembre de 1854, Enrique -con solo 14 años- se escapó de la tienda del señor Ortal, en Reus, y caminó durante dos días para visitar a la “Moreneta”. Había preparado todo a conciencia: la ruta, llevaba un mapa, algo de dinero e incluso había enviado cartas de despedida a sus familiares. Este episodio nos habla de la personalidad determinada y profundamente espiritual del joven Enrique.
Pocos años antes de su muerte, del corazón de Enrique brotaron estas líneas: “Os busqué solo en mi mocedad. No os conocía; mas oí hablar de Vos, percibí el olor de esta Rosa celestial, y dejé el mundo, padres y parientes, corriendo al olor de vuestras virtudes, postrándome a vuestros pies. Nadie sabía darme razón de Vos… Solo, y por caminos difíciles, llegué a vuestros pies. ¡Cuán cansado del mundo! ¡Con cuántas heridas! ¡Cuántos desengaños en el corazón! A vuestros pies hallé la paz perdida… ¡Bendita Reina de las gracias! A las gradas de vuestro trono sentí revivir en mi pecho recuerdos dulcísimos de mi cristiana madre, que en el cielo sin duda forma vuestra corte y cortejo… El recuerdo de la Madre del cielo despertó en mí el recuerdo de la madre de la tierra, sus ruegos, sus consejos santos, sus buenos ejemplos…” (Enrique de Ossó: Tres florecillas a la Virgen de Montserrat)
La Virgen
La actual talla de la Virgen, llamada amorosamente por los catalanes “la Moreneta” por su tono oscuro, data del siglo XII-XIII, aunque según cuenta la leyenda una primera imagen fue encontrada en una cueva de la montaña el año 880. Su color se debe a la transformación del barniz de su cara y manos por el paso del tiempo. La Virgen sostiene con la mano derecha el orbe esférico, símbolo de la creación perfecta. El Niño Jesús bendice con la mano derecha, mientras que en la izquierda sostiene una piña, símbolo de unidad y vida perenne.
“Hallé mi vocación. Vos me guiasteis sin que yo recuerde cómo. Estrella de los mares, Estrella de la mañana, de Cataluña, brillasteis a mis ojos, seguí su luz, y al mostrarme a Jesús, fruto bendito de vuestro vientre, al verle tan agraciado y hermoso dije: «Seré siempre de Jesús, su ministro, su apóstol, su misionero de paz y de amor«. (Enrique de Ossó: Tres florecillas a la Virgen de Montserrat)
Enrique estuvo presente en la celebración de las fiestas del milenario en abril de 1880, promovida por D. José María Urquinaona, obispo de Barcelona. Pocos meses después, el papa León XIII concedió que la Virgen de Montserrat fuera coronada como patrona de Cataluña, señalando el 27 de abril como fecha de conmemoración propia. Da fe de ello el bajorrelieve y la inscripción situados en la fachada principal de la iglesia. El 11 de septiembre de 1881, coincidiendo con la fiesta regional de Cataluña o Diada, el cardenal Benavides -arzobispo de Zaragoza- coronó la imagen. Tres semanas después, el 2 de octubre -efemérides del aniversario de la primera misa de Enrique-, la Compañía fue consagrada a la “Moreneta”.
Capilla
Los tres días que el joven Enrique estuvo en el monasterio tras su escapada los pasó en esta capilla, ubicada a la derecha y justo antes de llegar a la escalera del camarín. En ella permanecía en silencio y rezando, con los ojos clavados en la Virgen de Montserrat. En otra capilla, la tercera de la izquierda, estuvo durante muchos años una imagen de Santa Teresa, obra del escultor Francesc Pagés i Serratosa, que Enrique llevó en octubre de 1882 para conmemorar el tercer centenario de la muerte de la mística abulense, y que actualmente se encuentra en Barcelona, en la Casa Madre de la Compañía.
“Pasaron cinco años y no vine solo: otras hijas criadas a la sombra de Teresa de Jesús subieron esta montaña. Mas ¡Ay! ¡Cuán pocas en número eran, y seis años después… a miles se contaban! En vuestro milenario más de mil se postraron a vuestros pies en piadosa romería. En el tercer centenario de la Santa de nuestro corazón, Teresa de Jesús, miles subieron, oh Princesa de Montserrat, a visitaros a pie. Miradlas cuán cansadas! ¡Son vuestras hijas, oh María! No os olvidéis de ellas: miradlas con amor, que vuestra mirada les infundirá aliento… ¡Ya llegan! ¡Qué entusiasmo!…» (Enrique de Ossó: Tres florecillas a la Virgen de Montserrat)
Claustro
En este lugar, su hermano, Jaime de Ossó y Cervelló encontró a Enrique. Es el claustro antiguo, situado a la izquierda, construido en el siglo XV por Jaume Alfonso de Baena y Pere Basset en estilo gótico, y que tuvo que ser reconstruido en el siglo XX tras los incendios y el saqueo que las tropas de Napoleón infligieron al monasterio en 1811.
El siglo XIX fue especialmente trágico para el monasterio de Montserrat: primero sufrió los incendios y el saqueo de las tropas napoleónicas durante la guerra de Independencia. Luego, en 1836, los monjes vivieron la exclaustración debido a la desamortización de Mendizábal, que duró hasta 1844. En esas circunstancias, el monasterio que conoció Enrique había vivido muchos destrozos, se encontraba habitualmente en reconstrucción y su restauración no terminaría hasta el siglo XX.
Escultura de S. Enrique de Ossó
Esta figura, obra del artista Enric Monjo, nos recuerda la importancia que Montserrat tuvo en la vida del santo de Vinebre. Fue en este enclave donde San Enrique quiso celebrar su primera misa el 2 de octubre de 1867, rodeado de sus familiares y amigos. También sería este entorno el elegido tanto para escribir el “Viva Jesús” (1875) como para peregrinar con las hermanas antes de que éstas partieran a evangelizar a América y a Orán. La imagen es una reproducción exacta de la escultura que se encuentra en el jardín de la Casa Madre, en la calle Ganduxer.
“He subido a ésta (Montserrat) para despedir a nueve Hermanas que salen el día 2, en el vapor Cataluña, a fundar en Montevideo un colegio… será la primera fundación de la Compañía en América del Sur”. (Enrique de Ossó: Carta 31 de octubre 1891)